Cielo Estrellado
Juan de Alloza
Comentario
Versión PDF
18. Manda la Santísima Virgen por un modo
milagroso al Arzobispo de México, que le edifique una iglesia
cerca de la ciudad.
Oí este caso a personas fidedignas que han
estado en la Ciudad de México, y dicen que es cosa comúnmente
sabida de todos los de aquel reino, y que ellos vieron y veneraron
la santa y milagrosa imagen, cuyo origen fue de esta manera. En
la Nueva España, en la gran Ciudad de México, medio
cuarto de legua de la misma ciudad, hay un pueblo de indios; saliendo
uno de ellos (que era muy devoto de la Santísima Virgen)
al campo, vio en él una Señora de extremada hermosura,
la cual le llamó, y le dijo que fuese de su parte y le dijese
al Arzobispo de México que le edificase en aquel sitio una
iglesia; el devoto indio obedeció a la Reina del Cielo. Fuese
a la ciudad, habló al Arzobispo, díjole lo que le
había pasado con aquella hermosísima Señora.
El Arzobispo no le dio crédito, juzgando sería imaginación
suya, a que debía de estar embriagado, vicio frecuente en
estos miserables. Volvióse el indio a su casa, y saliendo
otro día al campo, en el mismo sitio volvió a ver
a aquella bellísima Señora, la cual le volvió
a mandar lo mismo que el día antecedente. Volvió el
indio a querer hablar a su señoría, y los criados
sabiendo a lo que venía, no le quisieron dar entrada. Volvióse
con mucho desconsuelo, y tercera vez en el mismo lugar se le volvió
a aparecer la Santísima Virgen, más hermosa y resplandeciente
que el sol; volvióle a intimar lo que antes, y el devoto
indio le dijo: Señora, ya he ido dos veces y no me quieren
dar crédito, diciendo que la demasiada bebida me ha hecho
ver visiones; dadme, Señora, unas señas para que me
crean. Entonces la Virgen se inclinó hacia el suelo, y cogió
unas flores en tiempo que en todo aquel campo no las había;
dióselas al indio y díjole que las llevase en la manta,
y se las diese de su parte al Arzobispo, y le dijese que por señas
de aquellas
flores le labrase en aquel lugar una casa. Tomó
el indio las flores en su acate [sic ayate] o manta
y fuese con ellas a casa del Arzobispo; los criados no lo querían
dejar entrar; él porfiaba que había de hablar a su
señoría; oyó el ruido el Arzobispo, y sabiendo
quién era, mandó que entrase, dióle el recado
de parte de aquella Señora, y que por señas de que
decía verdad, le traía en la manta unas flores que
enviaba aquella misma Señora. Mandóle el Arzobispo
que las echase sobre una mesa que allí estaba; al ir el indio
a echar las flores, se convirtieron en una hermosísima imagen
que quedó estampada en la manta con vivos y finísimos
colores, con admiración del indio y del Arzobispo, el cual
viendo tan prodigioso milagro veneró arrodillado con sus
criados que se hallaron presentes la milagrosa efigie de la Reina
del Cielo; mandó luego labrar una muy hermosísima
iglesia en aquel lugar que señaló la misma Virgen,
donde con grande fiesta y solemnidad se colocó la santa imagen,
y es visitada y venerada con grande devoción, y hace Dios
por ella muchos milagros: llámase Nuestra Señora de
Guadalupe.
Comentario
El presente fragmento fue tomado del Libro Cuarto,
capítulo 18 de la obra del jesuita peruano Juan de Alloza
Cielo estrellado, publicada en Madrid en 1654 (en la ciudad
de los Reyes, Perú, en 1655, y en Valencia, España,
en 1691). Se trata de una de las fuentes guadalupanas más
desconocidas o poco publicadas, debido quizás a que su contenido
se aparta del relato guadalupano tradicional. Según sus comentaristas,
el relato se escribió en Perú en 1649 antes de conocerse
la versión primigenia de Miguel Sánchez. Xavier Noguez
hace notar que el contenido de este breve texto tiene sin duda un
origen jesuítico y que está relacionado con el
Inin huei tlamahuizoltzin,
pues además de incluir detalles paralelos como la supuesta
embriaguez del vidente, también excluye de la narración
su nombre, el de Zumárraga y el del pueblo de Cuauhtitlán.
Consulte la Bibliografía de ProyectoGuadalupe.com.
El segmento que nos interesa proviene de la compilación Tesoro
guadalupano, de Fortino Hipólito Vera; Documentos
Guadalupanos, de Xavier Noguez y Testimonios históricos
Guadalupanos de De la Torre Villar et al.
Volver
arriba
|